Pese a que en el título pone que es la primera ruta, las personas que nos seguís desde hace algún tiempo, sabéis que no es del todo cierto. No es la primera vez que nos montamos en el coche, cámara en mano, y vamos en busca de algún rincón que nos despierte diferentes sentimientos.
Sin embargo, sí que es la primera en la que tomamos conciencia de lo importante que es compartir con todos vosotros las imágenes que inmortalizamos a través del objetivo, ya que si nunca habéis estado en esos sitios, o sí habéis estado pero no os habéis tomado el tiempo necesario para sentir, os invitamos a que el próximo día que tengáis tiempo, os acerquéis, os sentéis, y respiréis el mismo aire que nosotros hemos respirado.
La gravedad del cambio climático ha provocado unas altas temperaturas en el mes de febrero, y las flores empiezan a sentir que es primavera. Los animales salen de su letargo y nos acarician cuando menos lo esperamos.
Razón por la cual, una vez montados en el coche, decidimos emprender el camino a Soria. Tierra Castellana que ha visto nacer a muchos artistas.
Sin embargo, la carretera tiene sus ventajas, y sus desventajas, si pensamos en el gasoil que consumimos cada vez que nos desviamos de la ruta principal. Pero supongo que así somos nosotros, nos quedamos siempre con las cosas buenas, porque la vida es tan breve que sabemos que cualquier segundo puede ser el último. Cuando llegamos a Matalebreras, y vimos a un "burro" entre sus calles, supimos que teníamos que tomar el desvío.
El primer pueblo en el que entramos, Montenegro de Ágreda, estaba casi desierto, producto de la despoblación a la que nuestro país se ve sometida desde hace muchos años. Solo los ladridos de los perros nos acompañaron, y también el aroma de la granja que estaba a nuestras espaldas. No obstante, pese a la soledad que se incrustó en nuestro interior, nos enamoramos del lugar.
Si cerrabas los ojos, al igual que pasaba en Nieva, Arancón, Fuensauco o Calderuela, otros de nuestros destinos, podías sentir la nostalgia de los tiempos pasados. Donde, seguramente, alguien se enamoró, formó una familia,y fue plenamente feliz, mientras otros tuvieron que emigrar en busca de oportunidades. Se sentía el dolor, pero también la añoranza de aquellas personas que fueron a otros lugares. Todavía hay vida y el amor se sigue sintiendo cada vez que miras a algún habitante a los ojos. No quieren marcharse, porque ahí está su historia. No quieren olvidar sus raíces, razón por la cual no podemos olvidarnos de ellos
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Buscamos un banco y, mientras comíamos, fuimos testigos de la diferencia que existe entre la capital, y el resto de los pueblos que habíamos visitado.
Personas mayores y niños, caminan de la mano y corren persiguiendo algún balón.
Es domingo, y quieren disfrutar del día de fiesta. Seguramente mañana, tendrán que volver a su rutina: colegio, trabajo, actividades deportivas...
No obstante, no nos bastó con lo que veíamos ahí, decidimos seguir andando y vimos un palomar.
"Podrían hacerle algo así también a los niños, para que jueguen y se sientan a salvo de toda la maldad que existe", dijo uno de nosotros.
Y tenía razón.
La inocencia que presentan la mayoría de los niños, es una virtud que todos los adultos tienden a perder. Quizá por la historia que les haya tocado vivir, por el dolor que han experimentado a lo largo de sus días, por la vida misma. Al fondo, había una iglesia, hogar de una Cigüeña. Quisimos guardarnos ese momento para siempre, en nuestro corazón. Se respiraba Paz, pero unos días más tarde, nos enteramos que no muy lejos de ahí, un preso había muerto en los calabozos de la policía.
Qué breve es la vida, volvemos a confirmar. Hoy estamos aquí, todo va bien, pero puede que dentro de un segundo nuestro corazón deje de latir. Debemos querer en voz alto, decirle a las personas lo mucho que nos importan, y no quedarnos con las ganas de ser la persona que queremos ser. Tenemos que luchar por nuestros sueños, porque nunca es demasiado tarde y, si lo dejamos para mañana, puede que mañana nunca llegue.
No por esta razón, pero sí que tiene que ver con la muerte, decidimos visitar el cementerio. Una persona muy importante para nosotros nos lo recomendó, ya que Antonio Machado había enterrado ahí a su mujer, Leonor, convirtiéndose así en un destino de interés para nosotros, ya que amamos su poesía.
Dice:
"Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
El olmo centenario en la colina...
un musgo amarillento
le lame la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

Y es que, hoy, es siempre todavía.
Nuestros estómagos, dado que ya eran las dos de la tarde, rugían hambrientos, y decidimos no desviarnos más. Llegamos a Soria, y nos adentramos en el parque de la Dehesa.
Buscamos un banco y, mientras comíamos, fuimos testigos de la diferencia que existe entre la capital, y el resto de los pueblos que habíamos visitado.
Personas mayores y niños, caminan de la mano y corren persiguiendo algún balón.
Es domingo, y quieren disfrutar del día de fiesta. Seguramente mañana, tendrán que volver a su rutina: colegio, trabajo, actividades deportivas...
No obstante, no nos bastó con lo que veíamos ahí, decidimos seguir andando y vimos un palomar.
"Podrían hacerle algo así también a los niños, para que jueguen y se sientan a salvo de toda la maldad que existe", dijo uno de nosotros.
Y tenía razón.
La inocencia que presentan la mayoría de los niños, es una virtud que todos los adultos tienden a perder. Quizá por la historia que les haya tocado vivir, por el dolor que han experimentado a lo largo de sus días, por la vida misma. Al fondo, había una iglesia, hogar de una Cigüeña. Quisimos guardarnos ese momento para siempre, en nuestro corazón. Se respiraba Paz, pero unos días más tarde, nos enteramos que no muy lejos de ahí, un preso había muerto en los calabozos de la policía.
Qué breve es la vida, volvemos a confirmar. Hoy estamos aquí, todo va bien, pero puede que dentro de un segundo nuestro corazón deje de latir. Debemos querer en voz alto, decirle a las personas lo mucho que nos importan, y no quedarnos con las ganas de ser la persona que queremos ser. Tenemos que luchar por nuestros sueños, porque nunca es demasiado tarde y, si lo dejamos para mañana, puede que mañana nunca llegue.
No por esta razón, pero sí que tiene que ver con la muerte, decidimos visitar el cementerio. Una persona muy importante para nosotros nos lo recomendó, ya que Antonio Machado había enterrado ahí a su mujer, Leonor, convirtiéndose así en un destino de interés para nosotros, ya que amamos su poesía.
Además, muy cerca de ahí, existe todavía el Olmo al que el mismo poeta dedicó unas palabras. No podíamos irnos sin visitarlo y hacerle alguna foto.
"Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
El olmo centenario en la colina...
un musgo amarillento
le lame la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
Antes que te derribe, olmo el Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en malena de campana,
lanza de carro o yugo de carretera;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta.
Antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera,
también hacia la luz, y hacia la vida,
otro milagro de la primavera"
La poesía puede expresar tantas cosas, que es necesario pasarse por ahí y leerlo, aunque ya lo hayas hecho antes. Según cómo te sientas, lo que haya ocurrido ese día, según tu historia... sentirás una cosa u otra, y es mágico descubrir lo que provoca dentro de ti en las diferentes ocasiones en las que disfrutas de su lectura.
De camino al coche, dimos un pequeño paseo, y comprendimos que la Luna y el Sol están tan conectados como el alma y el cuerpo, la mente y nuestro ser. No pueden existir el uno sin el otro, y ambos son necesarios también para nosotros.

Y es que, hoy, es siempre todavía.
Este viaje nos hizo encontrarnos a nosotros mismos, y no sólo eso, también permitió que nos encontráramos entre nosotros, y para con el resto del mundo.
La carretera nos ha vuelto a hacer valorar los instantes, los segundos, la vida, las emociones...
Y queremos compartirlo con vosotros, porque no importa si realizas un trayecto de 10 metros, o de 10.000 km. No importa, de verdad. Lo único importante es que tú estés en ese viaje, y le des permiso a tus sentimientos para encontrarte, y mostrarte la magia que hay en tu interior.
Encontrarse con la naturaleza, es encontrar melodía en la vida, y regresar a Tarazona, nuestro hogar, nos lo recordó.